
Para mi un entrenamiento de voley es algo más que un simple entrenamiento, porque en esa cancha me esperan momentos inolvidables, risas con mis compañeras, momentos de felicidad y tristeza a la vez, la ilusión de jugar cada partido lo mejor posible, la esperanza de que algún día todo el trabajo y el esfuerzo realizado sirva para algo más que para un según o tercer puesto.
También hay momentos de verdadera tristeza como ver que un partido de semifinal o una final se nos escapan de las manos y entonces nos venimos abajo y no somos capaces de jugar como sabemos.. y sentimos como una vez más ese primer puesto por el que tanto hemos luchado juntas, se va, se esfuma y todo en lo que pensamos es que al año que viene lo conseguiremos.
Hasta ahora siempre hemos quedado en segundo o tercer puesto, pero la temporada pasada estuvimos muy cerca. Todo parecía ya estar hecho porque conseguimos ganar, en casa, al mayor de nuestros rivales: Arroyo de la Luz.
Ese momento fue mágico, el ver como mis compañeras y yo logramos, con tanto esfuerzo, estar cada vez más cerca de ese sueño; quedar primeras.
En ese momento no pensábamos en ganar, sólo pensábamos que habíamos conseguido vencer a ese equipo, y que nos colocábamos primeras de grupo. Pero se nos olvidaba un pequeño detalle, que no era ninguna final ni ninguna semifinal, simplemente era un partido más, y en semifinales nos volveríamos a ver las caras.
El día de la semifinal ivamos demasiado confiadas y nos llevamos la mayor desilusión.
Cuando ya todo parecía ganado, cuando parecía que ya no teníamos rival a nuestra altura, el partido se torció y Arroyo nos metió un 3-0 que nos arrebató ese primer puesto con el que ya soñábamos y nos hizo quedar en tercera posición.
Pero aunque nos hayamos llevado tantas desilusiones, tantos disgustos y tantos llantos, a merecido la pena, porque solo con compartir esos entrenamientos con mis compañeras, cada risa y cada momento con ellas a sido único. Y a esto es a lo que le llamo yo voleybol.
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